Artículo de SERGIO FERRER, tomado de El Confidencial.com
Delphinarium of Crimea |
La tenencia de orcas, delfines y marsopas en parques acuáticos es la más polémica de las polémicas que desatan los zoológicos. Mientras que nadie habla demasiado de las jirafas en cautividad, documentales como 'Blackfish' y 'The Cove' han hecho que por todo el mundo se pida el fin del 'encierro' de los cetáceos. Pero, ¿qué opinan los científicos sobre estos centros? ¿Es cierto que estos animales tienen una vida miserable en cautividad? ¿Acaso son demasiado inteligentes como para no ser libres?
Mientras los ecologistas repiten historias de 'suicidios' de delfines como el del famoso 'Flipper', difíciles de confirmar, los parques acuáticos intentan lavar su dañada imagen con sus fundaciones, ayudados por la enorme cantidad de dinero que mueven (SeaWorld gana unos 500 millones de dólares al año). No es de extrañar que muchos estudios sobre cetáceos que viven en cautividad cuenten con el resplado de estas compañías. Este trabajo, publicado en 2012 en la revista 'Zoo Biology' y financiado por la Asociación de Zoos y Acuarios, concluye que la asistencia a los espectáculos con delfines conciencia al público sobre su conservación de una forma positiva. Es fácil preguntar a los visitantes, pero más difícil saber si esta industria es beneficiosa para los mamíferos marinos.
Si dedicas parte de los beneficios a investigar y conservar habrá quien lo vea bien. Si son para enriquecer a un directivo es absurdo.
"Los cetáceos tienen un sistema social muy complejo y necesitan un enriquecimiento ambiental muy alto", explica a Teknautas el fundador y director de The Bottlenose Dolphin Research Institute (O Grove, Galicia), Bruno Díaz. "Por mucho que la gente diga que los delfines están bien, los ejemplares en cautividad sufren trastornos psicológicos en la mayor parte de las ocasiones. Quien estudie su comportamiento no puede considerar adecuado tener a estos animales enjaulados desde un punto de vista científico".
El ecólogo marino y divulgador Carl Safina tiene una opinión similar: "No podemos reproducir en cautividad el contexto social y la escala física que tienen en la naturaleza. Pueden estar bien del mismo modo que una persona puede vivir en prisión durante décadas, pero no pueden ser ellos mismos". A esto hay que sumar que los grupos de los delfinarios son formados por seres humanos cuando, según Díaz, los delfines "tienen amigos y compañeros que no pueden ver ni en pintura". El resultado: un ambiente artificial que genera estrés y conflicto, según confirman varios estudios [PDF].
Pasar por el aro
Delfines y orcas pueden recorrer cientos de kilómetros en un día para buscar comida. Es un dato muy repetido por los ecologistas como prueba de que, por grande que sea, un acuario es siempre un espacio diminuto para los cetáceos. Los parques, por su lado, aseguran que se trata de un comportamiento de supervivencia que no necesitan en un ambiente sin escasez de alimentos. "Es una forma muy antropocéntrica de ver las cosas. Los cetáceos han evolucionado para viajar largas distancias y cazar su comida, su bienestar está ligado a ello", explica a Teknautas la fundadora del Centro Kimmela para la Defensa Animal, Lori Marino. "Estar en un zoo no es estar de 'vacaciones'".
Francia se une a Reino Unido, Suiza y Alemania en la larga lista de países sin delfinarios, mientras España todavía cuenta con una docena.
Marino, antigua investigadora de la Universidad Emory (EEUU), demostró en el año 2000 [PDF] que los delfines, al igual que algunos primates como el ser humano (y también los cuervos), son capaces de reconocerse en un espejo. También descubrió que el cerebro de estos cetáceos es casi tan complejo como el nuestro: "¿Son los delfines demasiado inteligentes para estar en cautividad?", preguntaba la revista 'Science' en un editorial de 2011 [PDF] con la vista puesta en los avances de la neurocientífica que, años después, renunció a trabajar con animales en cautividad.
Estas investigaciones impulsaron el nacimiento de los 'shows', odiados por quienes los consideran una forma de explotación animal pero importantes para lograr el necesario "enriquecimiento" de los mamíferos marinos. "Antes los acuarios no hacían espectáculos, pero comenzaron para tenerlos ocupados con juegos y vieron que los que no participaban sufrían más problemas psicológicos y 'aburrimiento'", comenta Díaz.
Aunque necesarios, los espectáculos no son perfectos. Marino asegura que los delfines "son seres autónomos y autoconscientes que quieren tomar sus propias decisiones sobre qué hacen y dónde van" y defiende que, "aunque parezca que disfrutan", en realidad "sólo lo hacen por la comida". La neurocientífica es todavía más dura con las actividades en las que seres humanos nadan con cetáceos, pues además de estresantes aumentan la posibilidad de infecciones poco comunes en la naturaleza.
"Seamos honestos: si realmente es para mantener a los animales estimulados se debería hacer sin público", añade Díaz sobre los espectáculos. El zoólogo opina que "no todos los sitios son iguales", aunque el precio de cada ejemplar (sumado a su mantenimiento) hace que los centros busquen obtener beneficios de su inversión. "Si destinas parte de las ganancias a investigación y conservación habrá quien lo vea bien. Si son para enriquecer al directivo de arriba es absurdo".
Los expertos consultados por Teknautas dudan que exhibir cetáceos ayude a su protección. "Un juguete no es positivo para la conservación de la especie porque incita a capturar estos animales en su medio natural", dice Díaz. El zoólogo explica que al apresar un delfín "lo matamos desde el punto de vista biológico", porque no se podrá reintroducir. Ni siquiera se logró con Keiko, la orca de 'Liberad a Willy', a pesar del tiempo y dinero invertido durante sus últimos años de vida. De ahí que países como Francia establezcan una extinción programada de los delfinarios más que su cierre inmediato.
Por mucho que la gente diga que los delfines están bien, la mayoría de ejemplares en cautividad sufre trastornos psicológicos.
Las condiciones de los delfinarios europeos y norteamericanos no han dejado de mejorar ante el acoso de los activistas, hasta el punto de que hoy muchos centros privados son también centros de recuperación. Safina comenta que, al menos en EEUU, "hay muy pocas actividades de investigación en marcha con ballenas y delfines capturados". Una lástima, en su opinión, si tenemos en cuenta todo lo que se aprendió de estos ejemplares en el pasado.
Caso aparte son los centros de investigación y recuperación donde el acceso del público es muy limitado y no hay espectáculos. Allí viven animales heridos, enfermos o imposibles de reintroducir: uno de los ejemplos más conocidos es Winter, una hembra de delfín mular cuya prótesis sustituye a la aleta caudal que perdió, y que vive en el acuario sin ánimo de lucro Clearwater Marine Aquarium (Florida, EEUU). Son lugares donde la ciencia y la conservación sí priman por encima del negocio y se han puesto de moda en Europa y EEUU.
A la captura de un semental
Los parques acuáticos franceses no podrán criar delfines ni orcas, pero tampoco adquirir nuevos. El número de cetáceos en cautividad que existen en el mundo es limitado, por lo que Díaz explica que es necesario introducir sangre nueva de vez en cuando: "La población de todos los delfinarios juntos no es suficiente para mantener su salud genética". Así llegan a los acuarios machos capturados en libertad para hacer de sementales como la orca Tilikum, protagonista de 'Blackfish' y fallecida a comienzos de este año.
La población de todos los delfinarios del mundo juntos no es suficiente para mantener su salud genética.
"[Los delfinarios] siempre van a necesitar un aporte de variabilidad genética, o llegaría un punto en el que la cosanguinidad sería tan elevada que sería inviable", aclara Díaz, quien lamenta que la normativa de protección de pequeños cetáceos no sea "muy clara" porque cambia en cada país. En la UE, aunque está prohibido importar cetáceos con fines comerciales, un informe llevado a cabo en 2015 [PDF] por la Sociedad para la Conservación de Ballena y Delfines (WDC) reveló que, entre 1979 y 2008, la norma se violó en al menos 285 casos. "Los parques acuáticos se pasan los ejemplares entre ellos por convenios de conservación", añade Díaz.
No hace falta ir a documentales tan extremos como 'The Cove' para ver las consecuencias de este negocio. Si en los acuarios se crean grupos de forma artificial, con las capturas se rompen familias naturales. "En el Noroeste del Pacífico de los EEUU las capturas de los años 70 han condenado a un grupo de orcas a la desaparición porque ya no quedan hembras", recuerda Safina, que insiste en la necesidad de acabar con la cría en cautividad de estos animales.
Si el delfín no va a Mahoma...
Francia no es el primer lugar que inicia la desaparición de los delfinarios. En 1993 cerró el último de Reino Unido, un país que llegó a tener más de 300 animales repartidos en 30 centros. Alemania, Finlandia, Suiza, Noruega, Islandia, Polonia, Chile, Uruguay y Costa Rica son otros lugares donde se ha vetado su construcción y cerrado los existentes. España, con doce parques, nada a contracorriente en Europa.
En la UE está prohibido importar cetáceos con fines comerciales, pero esto se ha ignorado al menos 285 veces entre 1979 y 2008.
"Los circos ya no están de moda, pero en los últimos años los parques acuáticos de cetáceos se convirtieron en los nuevos circos", dice Díaz, que se alegra de que la opinión pública esté cambiando de parecer. Tanto que un gigante como SeaWorld, ante el descenso en sus ingresos, busca nuevas costas y pretende abrir una sucursal en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) en 2022. ¿Significa esto que ya no podremos ver cetáceos en Europa y Norteamérica?
"La gente tiene derecho a ver a los delfines, pero es que son especies que tenemos al lado de casa", asegura Díaz, que los ve desde su ventana en Galicia. Tampoco hay que viajar hasta Canadá para observar orcas: en el Estrecho de Gibraltar conviven con los pescadores de atún. Otros delfines se atreven a rondar el puerto de Valencia y no son difíciles de ver en el resto de costas del Mediterráneo. "Qué sentido tiene ir al Loro Parque a verlos cuando puedo disfrutar de estos animales en la naturaleza. Tenemos la suerte de que todavía los tenemos cerca de nuestras costas y deberíamos disfrutarlos ahí".
Alrededor de esta idea ha florecido una industria alternativa a la de los delfinarios: la de observación de cetáceos y mamíferos marinos. España es uno de los pocos países de Europa con una normativa sobre estas actividades, que generan en todo el mundo beneficios de casi 2.000 millones de euros al año [PDF]. Díaz sí defiende un sistema que educa al mismo tiempo que favorece la conservación y con un impacto bajo (aunque existente) sobre los mamíferos marinos. Por eso el biólogo español aplaude la decisión de Francia: "Deberíamos seguir sus pasos". Quizá Barcelona sea la primera en hacerlo.
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