El zoo de Villa Dolores lleva diez meses cerrado, pero conserva 400 animales que son rehenes de la transición municipal.
Artículo de Andrés Roizen, tomado de
El País.com.uy
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El zoo de Villa Dolores está cerrado desde 2014 y sufre un claro deterioro,
pese a que tiene 65 funcionarios. Foto: F. Ponzetto |
Se los ve deteriorados y encerrados en malas condiciones. Hay tigres en espacios muy chicos, una foca con poca agua, llamas y ciervos que viven amontonados y un hipopótamo que solo espera la muerte.
Las moscas merodean hasta el último rincón del hueso, pero ya no hay nada que puedan rescatar. Está mordido y masticado en cada costado y su aspecto es nauseabundo. Tres metros más atrás está el puma, que no se interesa por el hueso. Tampoco se interesa por las moscas, por el sol que le da en la cara y menos por los periodistas que aparecen. No le importan los taladros, que trabajan a pocos metros, y hace rato que no se inmuta por el motor del ómnibus que dobla en la esquina, ni por las bocinas que se repiten todo el día sobre la avenida Rivera.
El puma pasa las horas echado. Se queda en un rincón de su jaula de hormigón, en la cual solo hay dos colores: el gris del cemento y el verde de los manchones de humedad. Extiende sus patas delanteras y apoya una sobre la otra. Deja caer su cabeza sobre ellas. Está vivo, pero nada parece estimularle. Pasan varios minutos y no hace más que pestañear, a pesar de que los inesperados visitantes aún lo miran pegados a la reja. A esa altura, lo único dinámico de la jaula son las gotas que caen en su pequeño bebedero.
El zoológico de Villa Dolores lleva diez meses cerrado al público, pero aún alberga a 400 animales de 90 especies, entre mamíferos, aves y reptiles. Una jirafa, dos camellos, una foca, un hipopótamo hembra, dos tigres, un puma y cuatro jaguares son algunos de los animales que sobresalen entre los cientos de ejemplares en cautiverio. También hay tortugas, monos, marsupiales, ciervos, guanacos y una cebra que guardan gran encanto.
Al zoo entran por día 65 personas, entre veterinarios, serenos, personal de limpieza, de mantenimiento, cuidadores de animales, albañiles y herreros, y según el director del Sistema Departamental Zoológico de Montevideo, Eduardo Tavares, el lugar funciona "igual que cuando estaba abierto, solo que sin público".
Sin embargo, al recorrer las siete hectáreas que componen el zoo, se aprecia un gran deterioro de las instalaciones y una situación lastimosa de los animales que están encerrados. Si bien los distintos ejemplares son alimentados y monitoreados, la imagen que transmiten no deja de ser de abandono. Los predios en los que están, los lugares donde comen, el agua en la que nadan, o el estado de sus pelajes da cuenta de eso. Además, la vegetación está descuidada y las edificaciones, resquebrajadas, hacen agua.
Las obras anunciadas se pueden ver en un rincón del zoo, sobre el lado izquierdo de la zona del frente. Ahí se está realizando un nuevo alojamiento para jaguares que se nota moderno y espacioso, además de arreglos en caminería y jardinería, aunque aún no se completó ni la mitad de lo proyectado por la anterior intendenta capitalina, Ana Olivera.
En tanto, el resto del zoo espera que se concrete el plan de obras presentado a comienzos de este mes por la nueva administración departamental, encabezada por Daniel Martínez. El jerarca anunció una inversión de US$ 14 millones para el lugar, que supondrá su transformación en algo similar al Jardín Botánico, según se dijo, a pesar de que se va a mantener la presencia de varias especies de animales.
Rehenes.
Así, mientras terminan las obras del período pasado y comienzan las anunciadas, los animales habrán pasado al menos un año como rehenes del cambio de gobierno departamental y de las distintas proyecciones que cada administración realizó para el lugar. Tal es así que aún no está claro cuándo serán realojados la mayoría de estos animales, ni cuál será el destino de muchos de ellos.
Los tigres, por ejemplo, se había dicho que irían a un santuario en Estados Unidos, pero de momento esa opción está en suspenso por un problema burocrático, y lo más probable es que haya que buscar otra salida. Se dice que la cebra es difícil realojarla, por lo cual se estima que será "intercambiada" por otros animales que planean traer para el parque nuevo.
Del hipopótamo ya se sabe que está en los últimos años de su vida, por lo cual no será trasladado, aunque no está claro si su alojamiento será modificado. Hoy en día este animal vive en un predio bastante amplio, pero donde no cuenta con una suficiente cantidad de agua para sumergirse. En el estanque que tiene no logra quedar totalmente cubierto de agua.
Algo similar sucede con la jirafa, que si bien aún le quedan unos 12 años más de vida, tampoco puede ser trasladada. Este animal vive en un predio pequeño, donde hay poco pasto y predominan los pozos. Camina en círculos y pasa largo rato lamiendo los barrotes de su jaula.
Los dos camellos que hay, en tanto, son de los animales que transmiten mayor sensación de abandono. Tienen grandes pelmazos de pelo que se les comenzaron a desprender y ya casi arrastran, como rastas, además de vivir en un predio pequeño para su tamaño. Está previsto que vayan al Parque Lecocq, aunque aún hacen falta varias obras para que puedan ser mudados.
Al ser consultado sobre por qué los animales que ya se sabe que serán trasladados aún siguen en Villa Dolores, Tavares explica que se requiere un detallado "proceso de estudio". "Hay que estudiar a dónde va a ir el animal, si se lo va a incorporar a un grupo o no, y de qué forma se va a hacer. Es un proceso complejo, no es meterlos en una caja y moverlos, no son animales domésticos", dijo el jerarca.
Páramo.
En el medio del zoo hay una piscina dividida en dos partes. Una de ellas está vacía, en la otra hay agua, aunque bastante sucia y con no más de un metro de profundidad. Allí vive una foca, que es el animal más activo de Villa Dolores. La foca no para de moverse, da vueltas en círculos por la pileta. Va, viene, saca la cabeza, ruge con potencia y se sumerge de nuevo. Nota de inmediato la presencia de la visita y parece sorprenderse: en el último tiempo la gente solo aparece en ciertos horarios y es para controlarla o darle su alimento.
La foca se acerca al tejido lateral y se sube a una plataforma que le permite salir del todo del agua. Mira, gira la cabeza y observa a su alrededor, ruge otra vez y se vuelve a sumergir para dar otras tantas vueltas por todo el ancho del estanque, como queriendo dar un espectáculo.
Carlos Morón, presidente de la Sociedad de Medicina Veterinaria, aseguró que los animales sienten la falta de compañeros de especie y afirmó que "por supuesto que existe la depresión y el estrés en los animales". "El animal se acostumbra a que vaya la gente en un volumen determinado, y si pierde eso, su situación cambia y se perjudica", explicó.
Sobre el sector izquierdo de Villa Dolores, al fondo, hay una jaula con dos wallabys damas, unos marsupiales muy similares al canguro, pero pequeños. Están echados a la sombra, mientras un par de gallinas y palomas hurgan en su porción de comida. El cartel que hay al frente de su jaula es de los pocos que aún se puede leer. Ahí dice: "El hábitat del wallaby son las zonas de matorral alto", aunque en el zoo montevideano viven en un terreno de tierra sin ni siquiera una pizca de pasto.
En tanto, en el sector derecho del zoo, al fondo también, están las llamas, las alpacas, los guanacos, los ciervos y los renos. El panorama de estas especies parece ser de los más complejos: tienen un espacio particularmente acotado para moverse. Algunos de estos animales están en grupos de a cinco en predios de no más de 10 metros de largo y cinco de ancho.
Hay una llama que está encerrada sola en un predio muy pequeño. Es un terreno esquinado que a lo sumo tiene ocho metros de frente y cuatro de profundidad. Parece desesperada. No deja de dar vueltas por su jaula y se choca con ímpetu contra el alambrado.
En el mismo sector, en una parcela un poco más grande, hay 19 ciervos dama juntos. El predio es puro barro y estos animales no paran de revolver un fardo desarmado en busca de alimento. A pocos metros de ellos hay una jaula muy pequeña en la cual residen cuatro ñandúes a los que —es evidente— no les alcanza el espacio para moverse. El piso también es puro barro y hay plumas por todos lados: tienen varias partes del cuerpo desplumadas y se los ve deteriorados.
En esa zona del zoo también hay un mono, a pesar de que los demás de su especie están en el otro extremo del parque. Ese mono está en una jaula con un tejido de agujeros bien pequeños y el lugar que tiene para dormir es una caja de madera. En su jaula hay pedazos de naranja y de manzana que él ya parece haber descartado, y también hay un montón de maní. Al ver a los visitantes, se esconde rápidamente en su caja, y junto a la jaula permanece, durante un buen rato, un gato negro que parece hacerle compañía.
El resto de los monos está en la zona del frente y del medio del zoo, sobre la izquierda. Allí hay dos mandriles en una jaula. Uno de ellos tiene un rostro realmente fascinante, en el que se mezclan a la perfección su nariz de color carmesí y sus cachetes de color blanco pastel. En un lago próximo a esa jaula hay más de 15 flamencos, y en el medio hay una isla en la cual viven varios monos más, pero de pequeño porte. Estos se mueven con intensidad y no se pierden un detalle de lo que pasa alrededor, aunque se cuidan de ni siquiera rozar el alambrado eléctrico que los aprisiona.
Reclamos y realidad.
Dadas las condiciones en las cuales están los animales en Villa Dolores, hay distintos grupos de activistas que llevan mucho tiempo pidiendo que el lugar sea cerrado y los animales, liberados o reubicados. Hay movimientos anarquistas que han realizado protestas con disturbios incluidos, y también hay quienes a través de las redes sociales convocan a marchas y reclamos pacíficos para que se termine con el zoo.
En ese marco, el presidente de la Sociedad de Medicina Veterinaria dijo que Villa Dolores ha sido hasta ahora "un depósito de animales", por lo cual valoró el proyecto que anunció la Intendencia para el lugar. "No queremos un zoológico que sea una prisión de animales, queremos un zoológico como el que se planteó ahora, que apunte más que nada a la conservación de las especies que están en peligro de extinción", señaló Morón.
Sin embargo, los especialistas afirman que muchos de los animales que hasta ahora han estado en Villa Dolores no son aptos hoy para vivir en su entorno natural. El hecho de haber crecido en cautiverio, de haber sido alimentados y cuidados por el hombre y de haber tenido ciertas condiciones de convivencia con los de su especie, hace que un eventual traslado a la vida silvestre pueda ser de gran riesgo para ellos, incluso al nivel de significar, en definitiva, una condena de muerte.
Según Morón, es cierto que cuando están encerrados "los animales no pueden expresar su comportamiento natural", pero eso no implica liberarlos de cualquier modo. "No estoy de acuerdo con quienes piden que se libere a los animales en su hábitat, porque el daño sería mayor", opinó. "Son animales que no se pueden soltar, no están acostumbrados a vivir en su ambiente. No saben cazar ni defenderse, no pueden vivir en libertad. Su comportamiento ya está marcado".