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domingo, 11 de octubre de 2015

Gallos para peleas viajan ilegales de NY a México (Vídeo)

Son criados por galleros en granjas afuera de la Gran Manzana y luego son cruzados por la frontera en Texas para peleas en ferias de ciudades mexicanas.

Artículo de Zaira Cortes, tomado de El Diario de Nueva York

Las peleas de gallos son ilegales en los 50 estados del país.
Foto: Getty Images

Al son de la tambora, un gallo moribundo se desangra aún con las navajas afiladas sujetas a sus patas amarillentas. El polvo grisáceo de Atlixco, en el estado mexicano de Puebla, envuelve la plaza improvisada en la feria. Los galleros brindan por la vida o la muerte de sus animales con un trago de aguardiente de caña, que quema como el fuego. Esos son los recuerdos más vívidos que Félix Barca (como pidió ser identificado) tiene de su infancia.

“Es un arte criar gallos desde que rompen el cascarón”, exclamó Barca dando un golpe con el puño en la mesa de un bar en Sunset Park, Brooklyn. “Un buen gallero es leal a su animal hasta que mata o agoniza en un palenque. Es pura pasión”.

El gallero, quien emigró a Nueva York en 1990, se inició en la crianza de gallos de pelea a los 11 años en su natal Atlixco. A los 17 estableció su propia granja con hasta 30 aves en el patio trasero de su modesta vivienda. “Nadie puede acabar con esta tradición”, expresó. “Lo traemos en la sangre”.


Félix en una de las granjas de entrenamiento de gallos.

Habla con intensidad de su oficio de criar gallos de pelea en fincas afuera de la ciudad de Nueva York y en granjas de Arkansas. Cuando las aves cumplen los 18 meses, el gallero ‘las cruza’ por la ciudad fronteriza de McAllen, en Texas, hacía México, para las riñas o palenques en las ciudades más grandes de ese país.

“Los gallos tienen que aclimatarse, por eso se dejan unos cinco o seis meses en México para que estén listos para la pelea justo a los dos años de edad”, explicó. “Un gallo tierno -joven- no sirve para el palenque”.

Una actividad prohibida

El Acta de Protección de Animales, una legislación federal, prohíbe el transporte interestatal de gallos con propósitos de pelea; pero Barca viaja desde Nueva York o Arkánsas hasta Texas con hasta 60 aves en minúsculos corrales de madera dentro de una camioneta tipo van.

“Cuando la guardia fronteriza gringa hace preguntas, se les dice que los animales son para exhibición y se comen el cuento”, aseguró Félix. “Son miles, miles de gallos lo que cruzan de ilegales cada mes desde Estados Unidos a México”.

El Departamento de Seguridad Nacional (DHS), no comentó de inmediato a El Diario acerca de esta práctica o si hay una investigación en curso.

La gallera de Barca y sus socios de Arkansas no es una novedad. En YouTube, criadores como los hermanos Anorve Méndez exhiben las aves de cepa que son enviadas por pedido a Tlacoachistlahuaca, en el estado mexicano de Guerrero.




Según los galleros, es común la crianza de gallos en Estados Unidos para las peleas en México. Un ave de riña puede costar entre $600 y $1,000 en el mercado, dependiendo de la cepa, pero las ganancias más jugosas se derivan de las apuestas.

La ofensiva de las autoridades estadounidenses llevó a los galleros a buscar alternativas menos arriesgadas para perpetuar la tradición -que protectores de animales califican de sangrienta y cruel- de las peleas de gallos y asegurarse las jugosas ganancias de las apuestas.

Según Barca, la odisea de llegar al destino del palenque en México implica sobornar a los agentes de aduana de ese país. “Es una negociación”, aseguró. “He pagado de $10 a $30 por gallo para que me dejen pasar sin problema. Uno tiene que tener maña y hacerse de contactos”.

Operativos en NY

“Las peleas de gallos es una práctica cruel, abusiva y barbárica”, comentó a El Diario el fiscal general del estado Eric T. Schneiderman en un comunicado. “Se tortura a los animales, se pone en peligro la salud y la seguridad de nuestras comunidades y facilitan otros delitos”.

En 2014, la oficina de Schneiderman, con la colaboración de autoridades policiales del estado y organizaciones protectoras de animales, lideró laOperación Angry Birds, que condujo el desmantelamiento de la mayor operación de peleas de gallos conocida en la historia del estado. Para entonces se rescataron a unos 1,600 gallos y se arrestaron a unos 70 involucrados en tres condados, la mayoría latinos.

Las peleas de gallos son ilegales en los 50 estados del país. El último en prohibirlas fue Luisiana. El Distrito de Columbia y 30 estados han declarado ilegal la posesión de gallos con propósitos de pelea, y en 40 estados es penado ser espectador de una riña. Pero el espectáculo es legal en la mayor parte del territorio mexicano.

Barca, quien se hizo ciudadano estadounidense 15 años después de emigrar de Puebla, contó que desde su llegada a Nueva York comenzó la crianza y las peleas de gallos clandestinas en las ciudades de Los Ángeles y Sacramento, California. Más tarde se unió a otros galleros para orquestar palenques en Arizona.

Un espectáculo cruel


La Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (ASPCA), debatió la ‘tradición sangrienta’ definiéndola como ‘el entusiasmo por la violencia’, pero Barca no siente remordimiento por la muerte de las aves para la diversión de los aficionados.

“Las peleas de gallos es una actividad deplorable en el que los gallos específicamente criados para la agresividad se ven obligados a luchar hasta la muerte para el entretenimiento”, dijo Terry Mills, director de la Unidad de Investigación de Deportes Sangrientos de ASPCA. “Estas aves sufren un dolor indescriptible antes y durante las peleas”.

La organización animó a denunciar cuando se sospecha de actividades de riña de animales en las comunidades del área.

Largo viaje de Nueva York a Puebla

El gallero, quien pasa desapercibido detrás de su facha de trabajador inmigrante, contó que en cada temporada de gallos (de noviembre a julio, que es cuando ‘están vestidos’ o con plumas. El resto del año mudan de plumaje) suele conducir desde Nueva York hasta Arkansas -un viaje de entre 22 a 26 horas-, en donde mantiene una granja de hasta 300 gallos de cepa, como Albany, Sweater y Giros.

“Me quedo unos días en Arkansas con mis socios peleando gallos y pasándola bien, y de ahí me voy a Texas en un viaje de 14 a 16 horas”, dijo. “Pasando la frontera, conduzco desde Reynosa hasta Puebla por dos días”.

Barca aseguró que alimenta los gallos en Arkansas y luego en Texas, en donde también los baña. Los animales no vuelven a ser alimentados hasta llegar a Puebla o a las ciudades de en donde se realizan los palenques. “Los gallos son muy resistentes, aguantan más que los humanos”, afirmó.

Al justificar su actividad, Barca dijo que “es igual que sacrificar un pollo para una sopa”, agregando que “hasta Washington, a quien tanto veneran los gringos, disfrutaba de las peleas de gallos”.

Según algunos historiadores, el primer presidente de Estados Unidos, George Washington, era un asiduo espectador de las riñas en su juventud.

Las condenas

En Nueva York, las peleas de gallos y la posesión de las aves en lugares acondicionados para las riñas son delitos graves y cada cargo implica una pena máxima de cuatro años en la cárcel y una multa máxima de $25,000. Ser espectador de uno de estos eventos se clasifica como un delito menor y conlleva una posible sentencia de hasta un año de cárcel y una multa de $1,000.

Navajas para que se ‘maten a prisa’

En los palenques se emplean tres tipos de navaja para agilizar la muerte de los gallos: los agujones, la navaja filipina (de entre 4 y 5 pulgadas) y la navaja mexicana (de una pulgada). En algunas peleas también se usan las espuelas, que se amarran a las patas de los gallos.

Apuestas jugosas

Los galleros que viajan de Estados Unidos a México para participar en los palenques pagan entre $10,000 y $50,000 pesos mexicanos (entre 535,00 y 2680,00 euros) para participar en las riñas, una inversión mínima para las ganancias en apuestas y el costo relativamente bajo para la crianza de las aves. Según Barca, la industria de los alimentos, medicamentos y de utensilios para gallos se nutre de esta actividad clandestina.

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