Colectivo Britches
Tomado de El Diario
Folletos ofrecidos por la Embajada de Sudáfrica al pedir información general sobre el país. Foto: Colectivo Britches |
Avanza el verano y mucha gente ya prepara sus maletas para viajar a África en busca de aventuras, ya sea en forma de actividades como excursiones, fotografía natural o, sobre todo, viajes de caza en planes a medida. Uno de los destinos preferidos es Sudáfrica, desde cuya Embajada en Madrid nos ofrecen una extensa variedad de folletos de safaris de caza: caza controlada en reservas privadas, safaris de caza con rifle y arco, safaris familiares, celebraciones, etc.
La opresión de los más vulnerables, los animales, viene aquí acompañada de una notable segregación de clase que ha sustituido a la racial de mitad y finales de los noventa. Grandes contradicciones y paradojas en un país de codiciados recursos naturales y de una violenta desigualdad social, pese a albergar la mayoría de las principales empresas del continente. Los safaris y el ecoturismo no consiguen seguir capitalizando el tirón del Mundial de fútbol en 2010 debido a varios motivos, sobre todo a ser el país donde se concentra el 85% de la caza furtiva de todo África.
Entrada a la reserva Rhino & Lion de Johannesburgo. Foto: Colectivo Britches |
Si, en Sudáfrica una de las caras de los billetes de 10, 20, 50, 100 y 200 rands muestra las ‘cápitas’ de los denominados Big Five: el león, el elefante, el búfalo, el leopardo y el rinoceronte, respectivamente. Esta denominación, acuñada por cazadores, se refiere a los cinco animales más difíciles de cazar en África, y los más amenazados. Cada animal con su precio. En la otra cara de los billetes está el retrato de Nelson Mandela, cuya faceta como cazador e ilustre conservacionista no es tan conocida. Si en cualquier parte del mundo la ética animal es un reto desde un cuestionamiento del especismo, en Sudáfrica la realidad no para de sacudirte desde que aterrizas.
Leones blancos en una de las zonas perimetrales de Rhino & Lion. Foto: Colectivo Britches |
Entrada al recinto de animales exóticos, dentro de la reserva. Foto: Colectivo Britches |
Búfalos, perros salvajes, antílopes, ñús o impalas gozan de un terreno algo más aceptable por ser animales locales, pero la atracción del lugar, nos dicen, es la zona reservada para animales exóticos. Linces asiáticos o jaguares negros son traídos desde otros continentes para atraer al público y, sobre todo, subir el precio de la entrada. La mayoría de los animales presentaban síntomas de zoocosis.
“Si no hubieramos intervenido, primero destruyendo hábitats y modificado especies, y montado toda esta espiral mercantil con los animales, no haría falta preservar especies ni evitar furtivos. Es un circo del que no podemos salir”, nos comenta Tammy al final de la conversación. Quedamos sorprendidos por su comentario, ya que, por lo general, la opinión pública acepta la caza legal y censura la furtiva. En definitiva, ambas son similares e injustificables y causan los mismos daños a los animales, cuyos derechos básicos son vulnerados, además de morir con gran sufrimiento. Pero qué importa el punto de vista de los animales, tan solo se mide por el valor de la moneda o el billete en que aparezcan.
Un serval dormido bajo el calefactor de una de las jaulas. Foto: Colectivo Britches |
Jirafa hacinada junto a la cafetería, acercándose a unos niños. Foto: Colectivo Britches |
Zorro del desierto atemorizado dentro de una jaula. Foto: Colectivo Britches |
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