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domingo, 10 de julio de 2016

Zoológicos, reconversión o muerte anunciada

Las restricciones para su funcionamiento y los anuncios de cierres progresivos se multiplican cada vez con mayor asiduidad.

Artículo de Guillermo Saldomando, tomado de Heraldo


Tigres en las instalaciones del Zoo de Colonia. | EFE

El mundo está asistiendo al comienzo del fin de los zoológicos, al menos como los hemos conocido hasta el momento. Cual piezas de dominó que caen una a una, estas anacrónicas cárceles de animales comienzan a cuestionarse severamente o directamente a cerrarse en diferentes latitudes del globo.
Existen en el Planeta al menos 500 zoológicos de gran porte con diversidad de ejemplares de variadas especies del reino animal, ya que históricamente todas las grandes ciudades los han incluido dentro de sus menús de atracciones.

Sin embargo, las restricciones para su funcionamiento y los anuncios de cierres progresivos se multiplican cada vez con mayor asiduidad.

El argumento para que algunos permanezcan se deberá fundar en una reconversión seria que enarbole por un lado, la capacidad para ser una estructura abanderada en la preservación de especies ante la mutilación evidente de hábitats naturales y por otro, en ser un engranaje vital en la investigación, educación y reintroducción de animales en sus medios de origen.

Sólo así, una figura que se cree de la era victoriana, pero que en realidad nació mucho antes, con sumerios, egipcios y chinos, y se proyectó en el tiempo con diferente capital simbólico, pero siempre con una visión antropocéntrica, pueda sobrevivir reinventándose como ecoparque y centro de investigación para la supervivencia y el desarrollo de la fauna.

Hace pocos días se anunció el esperado cierre del zoológico de Buenos Aires, uno de los más importantes de América latina y casi al mismo tiempo se difundieron noticias de que cerrarán sus puertas y serán reconvertidos sus parques de Mendoza y de La Plata, dos importantes ciudades también de la Argentina.

Algo similar sucede en países vecinos, como Uruguay, donde se anunció el cierre del zoológico de Paysandú y Chile, donde se han registrado serios cuestionamientos hacia el establecimiento de Santiago. Por su parte, Costa Rica, país pequeño en extensión geográfica, pero exhuberante en cuanto a diversidad de flora, fauna y parques nacionales, anunció la prohibición de zoológicos en todo su territorio nacional.

En Cataluña, el zoológico de Barcelona fue muy criticado por la muerte de algunos ejemplares y en el sur de la Península, el zoológico de Castellar fue sumamente cuestionado por las condiciones en las que alojan a los animales. En este sentido, la Fundación Igualdad Animal lo calificó de los peores de España, junto con el de Madrid y el de Sevilla.

Cuando se habla de cerrar un zoológico se expresa algo mucho más complejo que un eslogan, ya que se trata de un largo proceso de reformulación del espacio, de la logística necesaria para el traslado de animales a santuarios, o ámbitos de mayor libertad e incluso, en los casos posibles, el regreso a hábitats naturales; pero además es necesario rescatar ciertos trabajos científicos relacionados con la reintroducción de especies en peligro de extinción como, por ejemplo, el oso panda en China o el Cóndor en la Patagonia argentina.

Si se talan los bosques en forma indiscriminada, si desaparece la selva, se alambran los campos, se utilizan grandes extensiones para cultivos intensivos o para ganado, tendremos muy pocas oportunidades de contar con una gran diversidad de especies de animales, ya que no tendrán futuro simplemente porque se habrán quedado sin hogar.

Los zoológicos deberán transformarse en centros de lucha contra la desaparición de especies, de sitios de investigación genética para salvar la diversidad, pero al mismo tiempo, tras haber triunfado sobre la idea extemporánea de la pura exhibición de ejemplares, los seres humanos deberíamos impulsar espacios abiertos y exclusivos para la vida animal. Esto, claro, si no queremos que los animales sean sólo una estampa en una camiseta de rugby, un isologo divertido del juego olímpico de turno o el último éxito de taquilla de un filme para niños.

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