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miércoles, 25 de enero de 2017

A dónde van los animales muertos

El Servicio de Recogida de Animales Muertos retiró 327 gatos, 318 palomas, 9 gallos y 9 hurones de las calles de Barcelona en el 2016.

Artículo de Mauricio Bernal, tomado de El Periódico.com


Mercedes Carrasco, al final de una jornada, descargando una bolsa con
restos animales.

Los jabalís suelen morir atropellados, y según el golpe quedan en malas o peores condiciones, y como mueren en carretera sus cadáveres suelen ir a parar al fondo de una cuneta, y pesan mucho, y es la peor pesadilla del recogedor de animales muertos. Los gatos, en cambio –que también tienen tendencia a morir bajo las ruedas–, no solo no pesan sino que no suelen deparar espectáculos de sangre, incluso en la muerte son discretos, y es más fácil todo, recogerlos, manipularlos, meterlos en la bolsa. Salvo, claro, cuando no mueren bajo sino entre las ruedas, que es frecuente, y entonces el recogedor tiene que recuperar un cadáver no especialmente estético, ni especialmente manejable. Es un trabajo sucio. Pero alguien tiene que hacerlo.

Hay un servicio, el Servicio de Recogida de Animales Muertos, que es responsable de que no se acumulen los cadáveres de animales en las calles. Teniendo en cuenta que el año pasado recogieron 327 cadáveres de gato y 318 de paloma –los dos colectivos que más aportan a la estadística– nadie puede decir que no es un servicio necesario. Hay animales en la ciudad y mueren y alguien tiene que ocuparse de ellos. Detrás de gatos y palomas –a una considerable distancia– figuran las ratas, de las que se recogieron 190 el año pasado. Es la lista de los animales paria. Gatos –la variedad callejera–, palomas y ratas. Los emparenta una misma calamidad. Mueren en cualquier lugar y sus cuerpos quedan a la intemperie hasta que alguien llama al servicio, o hasta que la furgoneta del servicio pasa casualmente por ahí.

CABRAS DEGOLLADAS

Animales recogidos en la vía pública en el 2016: un pato, ocho conejos, 21 gaviotas y 82 perros. La nota exótica: nueve gallos y nueve hurones. La nota estrambótica: “Después de Sant Joan se suelen encontrar restos de animales que se nota que han hecho rituales raros con ellos… Cabras rajadas por el cuello… Gallinas…” Durante seis años Mercedes Carrasco ha salido diariamente a la calle a recoger animales, y este es el tipo de cosas con las que a veces tiene que lidiar, jabalís en la cuneta, gatos entre las ruedas, cabras degolladas. No es un trabajo fácil. “Al principio lo pasé muy mal, sobre todo comparado con lo que hacía antes, que era limpieza de grafitis, pero luego te acostumbras”. Hubo una reorganización y Mercedes acabo aquí, en el puesto del copiloto de una furgoneta acondicionada para el transporte de animales muertos. Sale cada día, porque cada día hay trabajo. En una ciudad mueren animales todo el tiempo.

A veces, después de Sant Joan, encuentran restos de animales empleados en rituales

Y no mueren solo en la calle. También mueren en casa, acaso después de una agonía dulce, acaso después de una inyección que simplemente los indujo al sueño. El servicio tiene esa parte amable, la recogida de mascotas y de animales de laboratorio; siguen siendo animales muertos, pero hay menos calamidad, menos sangre. Aquí lo normal es encontrar a un dueño compungido con el que hay que tener tacto, necesitado de consuelo: su gato, su perro de toda la vida acaba de morir. “Aunque de vez en cuando ocurre que el dueño lo da por muerto cuando en realidad está vivo. Siempre lo comprobamos. Es un momento complicado”. Entonces, el servicio emprende la retirada. Recogen animales muertos, no son expertos en reanimación. Antes de cerrar la puerta aconsejan llamar al veterinario.

Animales recogidos en domicilios particulares en el 2016: 465 perros, 331 gatos, 34 conejos. Cuatro palomas (mueren en los balcones) y seis hurones. El detalle exótico: una vez, hace años, tuvieron que llevarse un varano. “Y mi compañero estoy segura que una vez le tocó una serpiente”. El detalle extraño: últimamente hay demasiados perros que se caen de los balcones, que mueren aplastados contra el asfalto. “Yo no sé qué les pasa, están tontos”, dice Mercedes, pero luego llora. El suyo murió así, hace poco. ¿A dónde van los animales muertos? Todos, callejeros y domésticos, palomas, gallos, hurones y varanos, acaban en una incineradora en Torelló.

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