Tomado de El Periódico de Extremadura.com
Imagen de archivo de águilas envenenadas. |
Extremadura registra una media de 30 casos anuales de envenenamientos intencionados de animales por medio de cebos, pero la casuística ha cambiado el último año y medio, aproximadamente, ya que el problema se ha agravado al afectar al águila imperial ibérica, una "especie emblemática".
El director del Centro de Recuperación de la Fauna y Educación Ambiental Los Hornos de Sierra de Fuentes (Cáceres), Javier Caldera, ha advertido que hacía muchos años que no se producían cinco muertes de esa especie de águila, que está catalogada en peligro de extinción.
El resto de los casos suelen afectar normalmente a algún buitre negro, milanos reales y a perros.
Las causas de los envenenamientos son tres y están relacionadas con la caza menor, la ganadería y la venganza, según Caldera.
En el primer caso, porque algunos gestores de explotaciones cinegéticas consideran que las rapaces reducen el número de liebres, conejos o perdices cazables, mientras que los ganaderos se quejan de daños en sus rebaños.
En este sentido, Caldera ha reconocido que las águilas imperiales ibéricas capturan presas, "eso no podemos negarlo, pero de ahí que sean las causantes de que no haya caza menor...".
En el caso de la ganadería, ha puesto como ejemplo que un grupo de buitres puede hacerse con un cordero cuando ha habido un problema en el parto.
Pero en condiciones normales y con espacio para huir, eso no ocurre, ha asegurado Caldera, que ha recordado que cuando el daño lo ha hecho una especie protegida hay indemnizaciones establecidas.
La tercera causa de los envenenamientos, más asociados a los entornos urbanos, son por venganzas entre vecinos o conocidos, lo que da pie, según Caldera, a que se envenene un perro o un gato y a generar "una cadena que al final repercute sobre el medio natural".
El 80 % de los venenos usados en los últimos años son el aldicarb y el carbofurano, dos fitosanitarios ya retirados del mercado porque eran muy tóxicos, aunque quedan remanentes que se consiguen de forma ilegal.
En los informes toxicológicos que elaboran para la Guardia Civil advierten de que una pequeña dosis puede ser también "fatal" para un ser humano, para un niño inquieto que ingiriera un cebo encontrado en un parque, por ejemplo.
El grueso de los animales envenenados con los mencionados venenos, muere enseguida o en uno o dos días, y solo sobreviven los que han comido cebos impregnados con otros productos, como raticidas.
Los perros especializados son una de las herramientas más útiles para atajar este problema.
Primero por su carácter disuasorio, ya que el vehículo rotulado del equipo cinológico, el guía del animal y el perro provocan una efecto "disuasorio", según Caldera, ya que la gente sabe que "a los perros no se les puede engañar".
También se hace con ellos un trabajo preventivo durante todo el año visitando fincas, además de ayudar a la investigación a partir de la aparición del cadáver de un animal o de los cebos envenenados.
La Guardia Civil tiene un equipo en Badajoz, aunque su perro aún no ha completado su formación, y tiene otro en El Pardo (Madrid) que recientemente ha participado en Cáceres en la investigación que dio lugar a tres detenciones.
Fue por el hallazgo de tres cadáveres de águila imperial ibérica en una finca situada en una Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) del entorno de la Sierra de San Pedro.
El centro de Sierra de Fuentes, dependiente de la Junta de Extremadura, cuenta con un perro que sale todos los días al campo y en seis o siete meses pretenden contar con otro, ha adelantado Caldera.
Por el importante trabajo que hacen estos perros, confía en que el problema vaya a menos, aunque porcentualmente la casuística es más baja que en otras comunidades autónomas porque la biodiversidad de Extremadura es muy alta.
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