Artículo de Ernesto Morales, tomado de CiberCuba.com
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A pesar de que los primeros coches llegaron a la ciudad con finalidades de paseo esporádico, siempre como símbolo de riqueza y status, desde la segunda mitad del siglo XX los coches se convirtieron en el más eficaz transporte urbano de Bayamo.
Los clásicos cargan seis personas en el interior del carruaje, y dos encima: cochero y un pasajero adicional. Los construidos para transportar mayor cantidad de personas (llamados “Cativanas”) llegan a transportar hasta 12 pasajeros. En ambos casos, el carruaje siempre va tirado por un solo caballo.
Un caballo que se enfrenta a todo tipo de terrenos dentro de la ciudad: asfalto hirviente de mediodía, piedras, fango, aguas albañales. Además, un caballo explotado durante un mínimo de 6 horas y hasta 10 diarias, con pésima alimentación y cuidados para heridas y lastimaduras.
Pero lo peor son los golpes. Por cualquier parte de la ciudad de Bayamo pueden verse las terribles escenas de palizas con látigos cuando los caballos, por cansancio o por lastimaduras, se niegan a caminar. Los cocheros no les permiten dejar de ganar dinero: les abren las carnes a fustazos que jamás merecen alguna penalidad por parte de las autoridades.
La famosa Ley contra el Maltrato Animal, reclamada por activistas cubanos e ignorada olímpicamente por la Asamblea Nacional del Poder Popular, tendría en los caballos de Bayamo a unos de los primeros beneficiados. Los propios cocheros reconocen que no hay autoridad alguna que se preocupe por cómo ellos tratan a sus propios animales.
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