Artículo de Natalia Junquera, tomado de El País.com
Un vecino de Cazilla (Jaén), lanza una pava desde el campanario en 2004. JOSÉ MANUEL PEDROSA |
“Es imposible que no la tiren. Aquí no hay policía. No puedo poner a 100 antidisturbios en la puerta del campanario porque no los tengo y porque además, para evitar una tontería, se generaría un problema mucho mayor: la gente saldría a tortas con la Guardia Civil. Yo sé cuál es el sentimiento de mi pueblo, porque coincide con el mío: soy totalmente partidario de esta fiesta, el animal no sufre. Lo pasa muy mal el que lo tira por miedo a que no llegue el dinero para pagar la multa”.
Los vecinos de Cazalilla, explica, “hacen una colecta para pagar los 2.001 euros” con los que la Junta de Andalucía sanciona cada año a quien ha arrojado la pava. “Para mí es muy duro tener que localizar al que lo ha hecho para sancionarle”. Preguntado por si alguna vez ha puesto dinero para abonar esa cantidad, el alcalde solo dice: “Permítame que no le responda a esa pregunta. Pero se puede imaginar la respuesta”. El alcalde sí aclara que hace años a la pava se le arrancaban plumas. Ya no.
Balbín no ha arrojado nunca a la pava desde el campanario, pero no porque no le gustaría. “He dejado ese privilegio para que lo disfruten otras personas”. Cree que el decreto de la Junta de Andalucía que lo prohíbe “es injusto”, pese a que lo apoyó su partido: “Yo primero soy cazalillero, y luego socialista”. Presume de tener cien animales en su casa (gansos, conejos, patos, pavos, palomos...) y dice estar en contra del Toro de la Vega. “Pero sobre todo, por lo que supone para la vida de las personas, un peligro. A veces minusvaloramos a las personas y nos preocupamos demasiado por el animal".
No hay comentarios:
Publicar un comentario