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martes, 16 de junio de 2015

Los habituales problemas de identificación de animales en el aeropuerto de El Prat

Dos perros procedentes de China se pasaron una semana encerrados en el aeropuerto porque no había un lector adecuado para los chips chinos.

Artículo de David Ruiz Marull, tomado de La Vanguardia.com

Los perros de Iván estuvieron una semana en el aeropuerto. LVD
El caso de Buddy, el can procedente de Estados Unidos que sigue en el aeropuerto de El Prat por problemas con su chip de identificación, es más habitual de lo que parece. Hace un año, por ejemplo, le pasó algo similar a dos perros que venían de China. "Fue una experiencia penosa y digna del tercer mundo" que duró hasta una semana, explica Ivan, propietario de los animales, a La Vanguardia.

"Los perros venían vacunados, identificados con microchip y con la documentación aparentemente en regla", recuerda. Pero falló el lector de la identificación hasta en tres ocasiones. "Daba un número que no coincidía con la documentación", apunta.

Tras nueve años en China, Ivan y su mujer regresaron a España con sus dos perros, ambos de dos años de edad. Tomaron un vuelo de Lufthansa que hizo escala en Hong Kong y llegaron al aeropuerto de El Prat sin ningún contratiempo. La perrita, de menos de ocho kilos, viajó en un transportín mientras el perro estaba en la bodega.

"Por buena fe, me dirigí directamente a los agentes de la Guardia Civil conforme tenía a los animales para declarar y los agentes me dirigieron al personal de la Agencia Tributaria, que son los encargados de hacer las lecturas del microchip", dice. A partir de aquí, problemas y más problemas.

La primera lectura no coincidía con los papeles. El segundo lector no tenía pilas. "Nadie tenía de repuesto y tuve que salir yo a comprarlas", afirma Ivan. La referencia del chip, sin embargo, volvió a ser errónea así que los funcionarios dieron la orden de poner a los perros en el CargoPark del aeropuerto sin que entregaran ni un solo documento a sus propietarios.

"Tuvimos que volver a la oficina de la Agencia Tributaria donde me dieron un papel que no decía prácticamente nada. Al salir del aeropuerto, los perros no aparecían por ningún lado", asegura. Tras buscarlos un buen rato, finalmente los encontraron en el almacén de carga de Iberia, donde permanecerían retenidos durante cinco días.

En el Puesto de Inspección de Fronteras (PIF) entregaron toda la documentación de los animales, desde los certificados de vacunas hasta los números de microchip, pasando por los resultados de la prueba serológica de la rabia. "Con una funcionaria del PIF hicimos una tercera lectura e incluso llamamos a una empresa externa pero pasó lo mismo que en el aeropuerto. El número de identificación no coincidía con los registros", continúa.

Y aún había que añadir otro contratiempo. La vacunación era anterior a la inserción del chip, y por tanto, la funcionaría aseguraba que la serología y la propia vacuna eran invalidas. "Nos dio dos opciones: devolver los perros a Hong Kong, cosa que no podíamos hacer porque habíamos firmado un documento conforme no podíamos regresar con los animales, o sacrificarlos." La situación empezaba a ser desesperada.

Ivan y su mujer se marcharon a casa y llamaron al veterinario de China que había preparado toda la documentación. "Resulta que los microchips chinos son ISO y el lector tiene un sistema de verificación de autenticidad que da un número y que era el que aparecía en los papeles. El veterinario se hizo responsable del error y nos envió las dos cifras (ISO y verificación)", explica.

En el PIF, sin embargo, nos les hicieron ningún caso. "Para ellos, la prueba serológica era invalida. Y, como China es un país de riesgo, avisaron al personal de Iberia para que un veterinario sacrificara a los perros si estos mordían o arañaban a alguien", rememora. La pareja afectada trató de encontrar un lector chino en España e incluso en Europa, pero no encontraron ninguno.

"Por suerte, un amigo viajaba de vuelta a Barcelona desde China y nos trajo uno. Pasaron cinco días en los que tuvimos que acudir mañana y tarde al Cargopark para alimentar a los perros y poderlos sacar de sus jaulas para hacer sus necesidades. No podíamos estar más de 5 o 10 minutos con ellos", afirma Ivan.

Llegó el lector y se comprobó que los números eran correctos, pero la odisea aún no había terminado. "Nos exigen hacer 90 días de cuarentena en una clínica veterinaria y la que nos propusieron desde el PIF salía por 18.000 euros. Después de remover cielo y tierra, y gracias a la ayuda de Faada (Fundación para Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales), nos dieron dos opciones a elegir: o la clínica o en el centro de recuperación de fauna que la Generalitat tiene en Torreferrussa", apunta.

Para sacar los perros del CargoPark necesitaron que Eulalia, su veterinaria, se responsabilizara de la cuarentena y tuvieron que pagar casi 400 euros por la estancia de los animales. "También conseguimos que nos dieran la cuarentena domiciliaria a los tres días de estar los animales en la clínica. En el PIF no estaba nada contentos con esto, lo que no les impidió llamarme a las dos o tres semanas por si todavía tenia el lector de chips. Resulta que tenían un gato procedente de China que tenía el mismo problema."

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