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miércoles, 22 de noviembre de 2017

La crueldad contra los animales en los mataderos de México, documentada por un fotoperiodista español

Sus miradas reflejan tristeza, angustia; algunos incluso perciben la muerte y agachan la cabeza; otros intentan escapar, pero no pueden, pues están en el matadero.

Artículo de Gloria Reza, tomado de Proceso.com.mx

Un operario golpea a varios cerdos con un garrote para dejarlos inmóviles y
facilitar la tarea de degüello. Arriaga (Chiapas), 2017.
Foto: Proyecto Tras los muros
Son los animales de granja en México, que se ubica entre los 10 países con mayor producción de carne de vaca, pollo y cerdo a escala mundial. Los cerdos suelen morir de hambre, sed o simplemente asfixiados por los otros animales que viajan hacinados desde los criaderos a los rastros.

Ese tortuoso itinerario hacia la muerte ha sido captado por la lente y las videocámaras del fotoperiodista español de la organización Tras Los Muros, quien durante 2015 y 2017 viajó por Jalisco, Chiapas, Estado de México, Hidalgo, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Tabasco y Aguascalientes, donde visitó 58 rastros.

Las imágenes y el vídeo del maltrato a los animales pueden consultarse en la página web de esa organización.



El fotoperiodista, quien pide omitir su nombre por razones de seguridad, inició su proyecto en 2014 tras conocer los innumerables abusos, agresiones e injusticias que se cometen contra los animales.

Hasta el 2015, dice en entrevista con Apro, en México no se había realizado ninguna investigación encubierta en rastros. Jalisco fue su punto de partida, pues es la entidad con el mayor número de mataderos: 19, incluida La Cofradía, que maneja la Universidad de Guadalajara.

El fotoperiodista estuvo en los rastros municipales de Cocula, Ahualulco, Atotonilco El Alto, Chapala, Ixtlahuacán del Río, Jocotepec, La Barca, Poncitlán, San Juan de Los Lagos, Tala, Tonalá, Villa Corona, Zapopan y Zapotlanejo, así como en cuatro mataderos jaliscienses privados.

Su propósito, dice, es mostrar la explotación y la violencia sistemática a la que son sometidos los animales en los rastros, “la cual es mantenida oculta de forma deliberada por la industria cárnica”.

Tras un disparo en la cabeza las vacas son colgadas boca abajo y desangradas
mediante un corte de la garganta. Algunas llegan conscientes.
Zapopan (Jalisco), 2015. Foto: Proyecto Tras los muros
Documentar la ignominia

En su investigación comprobó que la técnica que se emplea en los mataderos mexicanos es muy similar a la de todo el mundo. Dice que, en los manuales, por ejemplo, se “aconseja cómo electrocutar, disparar o degollar a los animales”. Y eso se asume como “algo lícito”.

En los rastros, los trabajadores suelen golpear a los animales con palos y tubos, lo que viola la norma; los equipos de insensibilización no funcionan o simplemente no existen.

El ganado, apenas es descargado de los camiones, va directo a la zona de sacrificio, lo cual violando la normativa según la cual debe haber varias horas para que los animales descansen.

Según la Base de Datos Estadísticos Sustantivos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAOSTAT, por sus siglas en inglés), durante 2014 fueron sacrificadas mil 600 millones de animales en los rastros de México.

La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), por su parte, menciona en su manual Embarque de aves. Programas de ayuno y captura que durante el traslado de los animales se presenta una mortalidad del 1% debido al acomodo de las cajas y que las condiciones de estrés se agraven durante los días más calurosos.

En un videodocumental de 40 minutos que el fotoperiodista proporcionó a Apro, se observa cuando llegan al rastro los animales son recibidos a golpes y así los introducen a la caja de aturdimiento. Las escenas son crudas.

En entrevista vía hangouts, el fotoperiodista habla sobre su trabajo en los mataderos.

–¿Cómo grabaste esas sórdidas escenas? –se le pregunta.

–Llevo casi dos décadas involucrado en la defensa de los animales y he tenido que trabajar con vídeos e imágenes de extrema violencia perpetrada contra los animales. Aunque son escenas que duelen y te dejan marcado para siempre te adaptas; sabes que el impacto que provocan tiene un fuerte potencial de transformación social.

“Llevo años desarrollando un ensayo fotográfico y un banco de documentación sobre las formas en las que los animales son oprimidos y explotados, no sólo en granjas y mataderos, sino en todo tipo de ámbitos.

“Para soportar las duras escenas y la presión de sentirme vigilado al trabajar con otra identidad sigo una serie de pautas de seguridad y de control emocional; no tengo muy claro cómo lo soporto. Supongo que entender que vale la pena hacerlo es suficiente.”

–Tuviste la oportunidad de preguntar a los trabajadores del rastro, si no tenían remordimiento, sobre todo por el dolor y sufrimiento que le causan a los animales.

–En esta investigación siempre he contado con una persona de apoyo. Su trabajo consistía en relacionarse con los encargados y trabajadores y facilitarme así mi tarea. Aun así, he tenido largas conversaciones con muchos operarios.

Un rastro en Arriaga, Chiapas. Foto: Proyecto Tras los muros
En las fábricas de la muerte

En los mataderos la deshumanización es un elemento clave para su funcionamiento, dice el entrevistado. Son auténticas fábricas de la muerte.

Y añade: “Los trabajadores tienen que matar de forma sistemática a decenas o cientos de animales cada día. Muchos de ellos se resisten a la muerte. Sus miradas sólo reflejan terror. Generalmente hay una radio encendida y los trabajadores cantan o se gastan bromas entre ellos. Es un ambiente grotesco. Mientras los cerdos cuelgan, ahogándose en su propio vómito, puedes ver a un grupo de trabajadores bromeando sobre alguna anécdota del día. Tiene cierta lógica. Es una forma de evadirse.

“Sin embargo, también hay quienes están muy conscientes de lo que hacen y que se les ve afectados. He conocido algunos que no son capaces de comer la carne de la especie de los animales que matan. En los mataderos de vacas varios de me han dicho que las vacas son conscientes de lo que les va a suceder. Que las han visto llorar momentos antes de morir y que son imágenes que no logran borrar de su mente.

“Es importante subrayar que los trabajadores de los mataderos son personas de muy bajos recursos. Si pudieran elegir otro trabajo, no estarían allí. Además, las condiciones en las que trabajan no sólo son duras por la propia esencia de su quehacer cotidiano, sino que en muchos casos las infraestructuras y el material que utilizan es obsoleto y peligroso. Hacen el trabajo que ningún consumidor de carne haría para sí mismo.”

–Buscas que la gente perciba la violencia que viven los animales en los mataderos, eso queda muy claro en el vídeo. Existen normas que buscan disminuir el sufrimiento de los animales, pero eso no va a desaparecer, y la gente va a seguir consumiendo carne. ¿Sería necesario que disminuyera el consumo de carne, que cambiaran su alimentación? ¿Qué tendría que hacerse?

–No existe un matadero donde los animales no sufran o no mueran. Las normativas de bienestar animal, tal como apuntan en sus informes oficiales, sólo se aplican en la medida que éstas no afecten significativamente a la productividad de la industria cárnica. Y en ocasiones estas medidas incluso benefician a la propia industria, pues se ha descubierto que ciertos cambios en el trato que reciben los animales mejoran la calidad de sus productos y los hacen más rentables.

“Aunque por parte de organizaciones que promueven un trato humanitario puedan existir intenciones genuinas de mejorar la vida de los animales, para la industria cárnica es sólo propaganda. Ninguna normativa de bienestar animal va a impedir que los animales no sean matados a las pocas semanas de nacer o que no sufran todo tipo de daños durante el proceso ganadero.

“Además, todas las normativas de bienestar animal tienen un margen de error –como se evidencia en sus informes oficiales–; es decir, existe una cantidad innumerable de animales que van a sufrir, se apliquen o no de forma efectiva esas medidas.

“No voy a negar que las medidas de bienestar animal no palien cierto sufrimiento, pero es equivocado pensar que es la solución. No nos encontramos ante un problema, sino ante una injusticia estructural e histórica que debemos combatir.

“Sabemos que está probado que los productos animales no son necesarios para una vida saludable. Si respetamos a los animales tenemos dos claras responsabilidades: dejar de consumirlos y organizarnos para combatir la opresión de la que son víctimas.

–¿Cuál consideras que es el método más cruel de matanza?

–He visto sufrir a los animales bajo cualquier método de aturdimiento o de matanza. A veces no es tanto la eficiencia de un método sino la magnitud de la explotación. Quien defiende lo contrario, o miente, o no ha puesto un pie en un matadero.

El objetivo del disparo es dejar al animal sin conocimiento, pero no
siempre se logra. Tehuacán (Puebla), 2017. Foto: Proyecto Tras los muros
El más inmundo de los mataderos

De los 58 rastros que visitó el fotoperiodista español recuerda el de Villa Corzo, en Chiapas.

Ahí, dice, una vaca se había quedado atascada entre la rampa y la puerta del cajón de aturdimiento. Un tablajero armado se acercó y le disparó a la cabeza. La res se levantó y comenzó a dar tumbos en el matadero, hasta que un grupo de empleados le echaron una soga al cuello y la inmovilizaron. Luego la arrastraron hacia el matadero donde la degollaron con una máquina.

Pero la vaca se resistía a morir. Al final, otro empleado del rastro le disparó de nuevo, al tiempo que accionó el motor y lo colocó a la altura de la cabeza del moribundo animal. “Fue horrible –dice–. Me mareé y tuve que irme”.

Escenas de ese tipo están en el documental, dice el entrevistado. Y comenta: “A quienes consideren que son casos aislados, les pido que tengan perspectiva. Explotamos más de 60 mil millones de animales al año. ¿Cuántos animales sufren en esos ‘casos aislados’?

–Quienes han visto tu trabajo, ¿qué te han comentado? ¿Imaginaban un proceso tan cruel?

–Todo el mundo sabe que los animales explotados en granjas mueren en los mataderos, pero rara vez se piensa sobre ello. Cuando muestro los documentos que obtengo durante las investigaciones a personas que no han pensado sobre ello nunca, les suele provocar un impacto y una reflexión.

“La investigación no pretende mostrar la crueldad o brutalidad particular de ciertos mataderos o de ciertos procesos, sino abrir una puerta más –como lo han hecho ya numerosas investigaciones– al mundo de opresión y violencia de la que los animales son víctimas en los mataderos.”

–Existen normas para supuestamente evitar un mayor sufrimiento a los animales, pero nadie supervisa que se apliquen, son letra muerta.

–Es importante señalar tres cuestiones: en primer lugar, las normativas de bienestar animal poseen un margen de error. Los informes de la propia industria cárnica así lo indican. Esto significa que, aunque una normativa sea implementada de forma correcta, van a existir un número de animales que no van a verse beneficiados. Varios de estos estudios son aportados en el informe que presento de la investigación.

“En segundo lugar, las normativas de bienestar animal se aplican siempre en la medida que no suponga un problema significativo para la productividad de la industria. Es decir, se acepta como legítimo que los animales sufran y mueran con semanas de vida, pero que todo el sufrimiento innecesario para la producción es mejor evitarlo. En otras palabras, las medidas de bienestar animal no generan bienestar animal ni impiden que los animales sean dañados.

“En tercer lugar, las técnicas exigidas por este tipo de normativas dependen de dos factores variables: la pericia del operario y la resistencia del animal. Los animales no son objetos, se mueven, embisten, saltan y el operario no tiene siempre la misma capacidad de reacción. La consecuencia es clara: muchos animales van a sufrir de igual forma con medidas de bienestar animal o sin ellas”.

Escenas como esta son habituales en cualquier matadero.
Izucar de Matamoros (Puebla), 2017.
Foto: Proyecto Tras los muros
Los riesgos del activismo

La reportera la pregunta al fotoperiodista español si ha recibido amenazas de muerte por defender a los animales o se ha presentado denuncias en su contra por exponer la cruel realidad.

–Por este trabajo no he recibido ninguna amenaza porque aún no ha sido presentado. Yo personalmente no he recibido amenazas de muerte, pero sí he sido denunciado en el pasado, al igual que muchos de mis compañeros.

“Algunos incluso han sido llevados a prisión por realizar investigaciones. En los círculos de activismo, sobre todo las personas que se enfrentan al mundo taurino o de la caza sí han recibido amenazas de muerte, pero no han ido más allá. Lo que más me preocupa son los cabildeos de las industrias de explotación animal. Los que están implementando leyes mordaza en países como Estados Unidos o influyendo en las detenciones y encarcelamiento de activistas por exponer la realidad.

–¿Qué puede hacer el común de las personas para evitar el sufrimiento a los animales de granja?

–Hay dos cosas que pueden hacerse: La primera, dejar de participar de la explotación de los animales y llevar una dieta completamente vegetariana (vegana); en segundo lugar, responsabilizarnos de nuestro momento histórico. No podemos lamentarnos de todo el daño que nuestra sociedad ha infligido a los animales durante siglos, pero sí podemos responsabilizarnos de nuestro momento histórico, organizarnos y combatir el especismo.

“Tenemos que trabajar colectivamente para transformar esta sociedad, hacer que los animales sean considerados como merece. Desde las calles o desde las instituciones. Esta es su única oportunidad.

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