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lunes, 3 de abril de 2017

El matarife de los orishas (Vídeo)

Dicen que es de los mejores. Mantiene el cuchillo afilado y no le tiembla el pulso.(Advertencia: Fuertes imágenes)

Artículo de Luis Cino Álvarez, tomado de CubaNet.org


Momento en que el matarife, cuchillo en mano, se dispone a degollar
a un chivo. (Captura del vídeo)

LA HABANA, Cuba.- Raúl, de 30 años, es arquitecto, graduado de la CUJAE, pero como no consigue empleo, desde hace meses vive, además de los planos de construcciones que hace por la izquierda, de lo que le pagan por sacrificar animales (chivos, pollos, palomas) para ceremonias de santería.

Cualquiera no está facultado para hacerlo. Raúl, que tiene hecho santo (Elegguá) y cuyo signo en Ifá es Ogbesá, recibió de su padrino el cuchillo consagrado para hacer los sacrificios.

Dicen que es de los mejores en la matanza. Mantiene el cuchillo bien afilado y no le tiembla el pulso: degüella rápido, con más reverencia que esfuerzo.

Nadie sospecharía que Raúl se dedica a estos menesteres. Casi rubio, alto, fornido, con las iluminaciones en el cabello, es un tipo afable y educado, sabe inglés,  le gustan los libros, el buen cine y el fútbol  y escucha invariablemente en su iPhone a Bon Jovi, Kings of Leon  y los Foo Fighters.

Dice que hace de matarife para complacer a los santos, no por lo que le pagan, aunque reconoce que el dinero le hace falta porque tiene dos hijos, uno de tres años y otra de meses, y  “la cosa no está fácil, tú sabes”.

Raúl cree firmemente en la santería, al punto de que cuando le dijeron que no bastaba con que tuviera la mano de Orula, que tenía que hacer santo, detuvo la reparación de su casa, ahorró y se endeudó para poder reunir  los casi 2000 CUC (unos 2 mil dólares) que le costó la ceremonia, y eso que según dice, “el padrino lo sobrellevó”.

Tenía que hacerme santo para poder tener salud y desenvolvimiento, para que se me abrieran los caminos, no podía aplazarlo, porque esto está muy jodío”, explica.

A escondidas, a través de la ventana de una desvencijada casa de Marianao, pude atisbar y grabar con mi teléfono durante unos minutos, cómo degollaban a un chivo y recogían la sangre en una cazuela de barro para ofrendarla al santo,  mientras cantaban y se contoneaban.

No pude acabar de ver aquello. No sé qué tuve que contener más, si el asco y la repulsión o los deseos de saltar por la ventana, caerles a patadas e impedir que mataran al pobre animal.

Cuando después comenté a Raúl que ojalá que en Cuba existieran leyes contra la crueldad con los animales que impidieran esas barbaridades y le pregunté si no sentía lástima por ellos, sonrió y me respondió: “Al principio sí, pero a todo uno se acostumbra. Nos critican por eso, pero hay que hacerlo. ¿Acaso no matan a los animales para comérselos? Es lo mismo. A los santos y las prendas hay que darles de comer, lo exigen y hay que dárselo”.

Me explica: “No se matan animales al rumbo. Solo los que pide el santo. Cuando una persona se consulta con un babalawo, el santo, a través de los caracoles, pide la cantidad de animales que sean necesarios, hembras o machos, para resolverle su problema. Su sangre le restaura el ritmo vital a la persona, y le corrige el rumbo, para que esté iré y no ogsobbo”.

Como no logró convencerme con sus argumentos, se despidió deseándome aché y que ojalá nunca la vida se me tuerza y me obligue a acudir a los santos. En caso de ocurrir eso, me dice que puedo contar con él y su padrino. Para que yo vea. Y me vuelve a pedir que no saque su foto ni diga su verdadero nombre.

luicino2012@gmail.com

 

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