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jueves, 15 de julio de 2021

Los elefantes de este zoo de carretera sufrieron durante años antes de morir, según nuevos documentos

Los defensores de los animales afirman que las leyes débiles y su aplicación insuficiente son las culpables del escaso bienestar animal en los zoos de carretera de Estados Unidos.

Artículo de Rachel Fobar, tomado de National Geographic.es
Minnie es la última elefante del zoo de Commerford, un centro
itinerante de animales. Los otros dos elefantes del zoo, Beulah
and Karen, murieron en 2019 tras enfermedades prolongadas.
Fotografía de GIGI GLENDINNING

Karen y Beulah, dos elefantes del zoo de Commerford, un centro ambulante de animales con sede en Connecticut, sufrieron durante varios años antes de su muerte en 2019, según expedientes obtenidos recientemente del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), la agencia responsable de la aplicación de la Ley de Bienestar Animal. Los expedientes demuestran que ambos elefantes fueron obligados a seguir viajando y dando paseos a los niños incluso estando enfermos. Los defensores de los animales afirman que los informes revelan problemas fundamentales en la regulación de este tipo de empresas en Estados Unidos.

El zoo, fundado en la década de 1970 por Bob Commerford y con sede en Connecticut, viaja por todo el noreste de Estados Unidos con elefantes y otros animales exóticos, como camellos, lémures de cola anillada, un canguro y una cebra.

Según Ben Williamson, director de programas de la organización sin ánimo de lucro World Animal Protection U.S., hay unos 70 elefantes en algunos de los 3000 denominados zoos de carretera de Estados Unidos. Estas instalaciones tienen licencias del USDA para exhibir animales, pero ninguna está acreditada por la Asociación de Zoos y Acuarios, que exige normas de bienestar más estrictas y cuidados humanitarios a 241 instituciones de todo el país. «En general, el mal trato de los elefantes [en cautividad] es bastante habitual», afirma Williamson.

Los animales que viajan para los espectáculos, como los elefantes de Commerford, tienen algunas protecciones conforme a la Ley de Bienestar Animal. La ley exige una «atención veterinaria adecuada» y un transporte humanitario, pero no especifica que los animales enfermos no puedan ser transportados o utilizados en eventos.

Karen, una elefanta africana de 38 años vendida al zoo en 1984, murió de una enfermedad renal en marzo de 2019, según los registros del USDA. Estaba documentado que sufría problemas renales desde 2017. Beulah, una elefanta asiática de más de 50 años que había estado dando paseos, saliendo en fotografías y actuando con el zoológico desde 1973, se cayó y murió de septicemia causada por una infección uterina en una feria en Massachusetts en septiembre de 2019. Según los expedientes, tuvo infecciones uterinas y presuntos tumores durante 10 años antes de su muerte.

Una denuncia anónima presentada ante el USDA señala que, el día que murió, Beulah se desplomó tres veces y la obligaron a levantarse cada vez. El zoo declaró que se desplomó dos veces y que nadie la obligó a levantarse, según los expedientes. Poco antes de morir, un asistente a la feria fotografió a Beulah tumbada en una zona de césped en el aparcamiento. El zoo dijo que no era un comportamiento inusual en Beulah.

El zoológico de Commerford declinó hacer declaraciones. En una entrevista de 2017, el copropietario del zoológico, Tim Commerford, contó a un periodista local: «Crecí con [los elefantes] toda mi vida. Son una familia. Los animalistas pueden decir lo que quieran, pero son parte de nuestra familia». Dijo que los elefantes estaban en «perfecto estado de salud» y tenían revisiones veterinarias regulares.  

Es «chocante» que Karen y Beulah fueran obligadas a trabajar cuando estaban enfermas, a pesar de que tanto el USDA como el zoológico de Commerford estaban al tanto de sus enfermedades, dice Courtney Fern, directora de relaciones gubernamentales y campañas del Nonhuman Rights Project (NhRP), una organización de defensa de los derechos de los animales con sede en Florida que obtuvo los expedientes del USDA en junio. A partir de 2017, el NhRP luchó en los tribunales, sin éxito, para que el zoo liberara a Beulah, Karen y a su tercera elefanta, Minnie, de 49 años, que aún está viva, en un refugio.

En una de las últimas actuaciones de Karen, dice Fern, la elefanta movía la cabeza y se balanceaba —síntomas de angustia— mientras los niños montaban en su lomo. «No se hizo nada para evitar que [los elefantes] fueran trasladados a ferias y obligados a participar en actividades que se sabe que causan sufrimiento», afirma.    

La supervisión de los zoológicos de carretera es insuficiente, dice Christopher Berry, abogado gerente del Animal Legal Defense Fund, un grupo de defensa de los animales. El USDA está «dormido al volante en lo que respecta a la regulación de estas instalaciones», afirma.

El USDA no solo tiene la autoridad para emitir citaciones, sino también para suspender o revocar la licencia de un zoo para exhibir animales. La agencia ha citado al zoo de Commerford en más de 50 ocasiones por infracciones de la Ley de Bienestar Animal relacionadas con sus animales, entre las que se incluyen no tener un asistente presente durante el contacto del público con los elefantes, atención veterinaria inadecuada, heno sucio acumulado, mal drenaje en el recinto de los elefantes y heces tras el establo de los elefantes, según el NhRP y el grupo de derechos de los animales PETA. Según el portavoz del USDA Andre Bell, ha llevado a cabo 25 inspecciones sin previo aviso desde 2014 «Los inspectores han seguido el estado de salud de Beulah y Karen para asegurarse de que estaban recibiendo la atención veterinaria adecuada», escribió por correo electrónico.

En 2019, el senador estadounidense Richard Blumenthal, demócrata por el estado de Connecticut, escribió una carta a Sonny Perdue, entonces secretario del USDA, exigiendo una explicación de por qué Beulah y Karen habían muerto, si sus muertes podrían haberse evitado, y por qué el zoológico de Commerford siguió aprobando las inspecciones del USDA después de «las muertes prematuras» de los elefantes.

«Los titulares de licencias están obligados a cumplir la [Ley de Bienestar Animal] en la prestación de atención veterinaria adecuada para sus animales», respondió Perdue en enero de 2020. «El zoológico de Commerford proporcionó documentación de que Karen y Beulah estaban bajo atención veterinaria en el momento de sus muertes y que la atención proporcionada era adecuada».

Berry, del Animal Legal Defense Fund, afirma que las agencias gubernamentales estatales y del condado a veces protegen mejor a los elefantes que la propia Ley de Bienestar Animal, ya que las leyes estatales contra la crueldad suelen ser más sólidas. En 2017, por ejemplo, los inspectores de control de animales en el condado de Lawrence, Alabama, encontraron a una elefanta llamada Nosey encadenada, de pie sobre sus propias heces, sin comida ni agua adecuadas durante un espectáculo. El Great American Family Circus, con sede en Orlando, había tenido la licencia del USDA durante años, a pesar de que Nosey actuaba mientras sufría una enfermedad cutánea que la hacía propensa a infecciones dolorosas y tenía un historial de exposición a la tuberculosis. Tras la intervención de las autoridades locales, el USDA acabó por revocar la licencia al propietario del circo y Nosey fue trasladada a un refugio de elefantes en Tennessee.

Penas insuficientes

Aunque la Ley de Bienestar Animal exige una atención veterinaria adecuada, las directrices están redactadas de forma imprecisa y los inspectores del USDA suelen ceder ante los propietarios de las instalaciones y a los veterinarios, afirma Berry. Cuando una instalación incumple la ley, «hay muy pocas consecuencias económicas», dice. Tras varias infracciones documentadas, el USDA puede emitir una advertencia o imponer una pequeña multa, que suele oscilar entre los 2000 y los 15 000 dólares.

«Normalmente [el USDA] solo impone multas muy pequeñas después de años de incumplimientos atroces de la Ley de Bienestar Animal», explica. Un zoo puede calcular que tiene sentido financiero esperar hasta que se imponga una multa y pagarla, «en lugar de pagar por la atención veterinaria o por la mejora de las instalaciones y otro tipo de cosas para cuidar adecuadamente del animal».

«Las leyes solo son buenas si se aplican», dice Williamson. Cabría esperar que se revocara la licencia a un zoo con varias citaciones del USDA, pero la agencia rara vez toma esta medida, afirma.

«No debería hacer falta una docuserie de Netflix para revocar las licencias de los maltratadores de animales», dice, refiriéndose a los casos de los protagonistas de Tiger King, Jeff Lowe y Tim Stark, que perdieron sus licencias solo después de que el programa pusiera de manifiesto los problemas de bienestar animal y los defensores presionaran para que se tomaran medidas.

Willamson apoya la Ley de Mejora de la Aplicación del Bienestar Animal, presentada recientemente en el Congreso y que exigiría inspecciones sin previo aviso antes de la renovación de las licencias e impediría su renovación si una instalación tiene más de un caso documentado de incumplimiento.

Las circunstancias en las que el USDA considera la revocación de la licencia de un expositor forman «parte del proceso de deliberación» y, por lo tanto, son confidenciales, escribió Bell, el portavoz de la agencia. «En general, [la agencia] estudia la gravedad de cualquier violación que haya tenido lugar, el historial de cumplimiento de una instalación, el tamaño del negocio y los esfuerzos de buena fe de la instalación para cumplir con las normas». Bell no quiso hacer comentarios respecto a si la agencia se ha planteado la posibilidad de revocar la licencia del zoo de Commerford.

La última elefanta del zoo

Minnie, la última elefanta superviviente del zoo de Commerford, ha estado «languideciendo» sola desde 2019 y su última aparición pública fue en julio de ese año, dice Fern de NhRP. Basándose en las imágenes tomadas por drones de NhRP de los dos establos de elefantes y el recinto exterior en la sede del zoo en Connecticut, Fern cree que Minnie pasa la mayor parte del tiempo en el interior de un recinto de hormigón. En declaraciones previas, el zoo ha descrito un «patio de seis acres» (2,4 hectáreas) donde Minnie puede pasar su «jubilación».

No está claro por qué no aparece en los espectáculos, pero Fern dice que podría deberse al rechazo público del uso de elefantes en espectáculos, sobre todo tras las muertes de Beulah y Karen. Minnie también tiene un historial de lesiones a sus cuidadores; ha atacado a los trabajadores del zoo en al menos cuatro ocasiones diferentes, según noticias de prensa recabadas por el grupo de derechos de los animales PETA.

El estado de salud de Minnie tampoco está claro. El verano pasado, la familia de los expropietarios de Minnie, Earl y Elizabeth Hammond, abrió un GoFundMe por 2,4 millones de dólares en nombre del zoológico de Commerford para recaudar fondos para su alimentación y cuidado general. «La COVID-19 ha empobrecido la granja que la mantiene», dice la página, y Minnie «se ha visto directamente afectada». Hasta la fecha, la campaña ha recaudado solo 2348 dólares.

El USDA no tiene autoridad para confiscar a Minnie simplemente porque el zoo atraviese dificultades económicas, dijo Bell. «La autoridad de confiscación en virtud de la [Ley de Bienestar Animal] se limita a los animales que se encuentran en un estado de sufrimiento continuo. En este momento, Minnie no está en un estado de sufrimiento», escribió.

Fern no lo ve así. «Cuanto más sabemos de su situación, más evidente es que es urgente trasladarla a un santuario», dice. El NhRP se ha ofrecido a organizar y pagar el traslado de Minnie a un refugio, pero, según Fern, sus ofertas han sido ignoradas.

«Minnie merece la libertad... La han explotado durante toda su vida para obtener beneficios»", dice. «Si realmente se preocupan por ella como dicen, deberían enviarla a un refugio donde pueda vivir lo más libremente posible con otros elefantes durante el tiempo que le quede de vida».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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