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sábado, 23 de noviembre de 2013

Pancho, el pelícano: una atracción en La Habana

Pancho es un miembro más de la comunidad, los vecinos lo conocen por su nombre y los vendedores de periódicos lo saludan por las mañanas.

Tomado de El Caribe.com.do

Magela Guerrero observa a Pancho, que prefiere la compañía de los seres humanos
a la de su propia especie y desde hace un año y medio hizo su hogar en una céntrica
avenida. Foto: AP
La Habana. Pancho, el pelícano, prefiere la compañía de los seres humanos a la de su propia especie y desde hace un año y medio hizo su hogar en La Habana. Lejos de las paradisíacas playas caribeñas y los aires salobres de la costa, Pancho es un miembro más de la comunidad, los vecinos lo conocen por su nombre y los vendedores de periódicos lo saludan por las mañanas.

Pancho, uno más entre los habitantes de La Habana. Foto: Internet
Magela Guerrero, quien lo cuida, trató varias veces de devolverlo a la vida silvestre en el mar, pero Pancho se las ingenia para seguirla a todos lados y siempre encontrar de nuevo el camino a casa...¡y a ella! “Cuando lo vi por primera vez fue un flechazo”, bromeó Guerrero, de 32 años.

Pancho con su familia en el sofá de su casa. Foto: Internet
De elegante y suave plumaje color marrón que sacude con energía, un largo pico que restriega en la oreja de su dueña -y pretende usar para alejar a quienes se acercan a ella-- y ojos atentos, Pancho es una celebridad en la Calle 23, la más transitada del barrio habanero de El Vedado.

Como "Pancho por su casa". Foto: Internet
“Nos lo trajo un vecino que acostumbra a pescar en el malecón. Tenía una alergia, no tenía plumitas y estaba muy inapetente, casi moribundo”, dijo con voz triste Guerrero, ama de casa y madre de un adolescente.

La identidad de Pancho no tardó en revelarse. Científicamente es un Pelecanus occidentalis occidentalis, llamado comúnmente pelícano pardo del Caribe, ave que habita en las costas de América desde el sur de los Estados Unidos hasta el Amazonas en Brasil.

Guerrero consultó a una veterinaria, quien le dio un tratamiento con pastillas y cremas, pero nadie apostaba a que Pancho sobreviviría y menos que se quedaría a vivir allí. “De esto hace un año y medio”, recordó.

Pancho recibe con mimos, parte del kilo de pescado que consume al día.
Foto: Internet
Pancho dista mucho de ser aquel ave debilitada del 2011 y ahora, después de adoptar a esta familia como propia, se mueve como un miembro más por la sala de alto puntal, se trepa a las mecedoras de madera o sale a la galería donde cada día recibe un saludable baño con la manguera. Cuando está de humor, vuela hasta las azoteas de los edificios aledaños para tomar el sol.

Pancho duerme junto a una palangana de agua en el patio delantero de la casa, pero temprano en las mañanas se pone en acción, mientras los vecinos lo saludan y el vendedor de diarios grita “Panchoooooooooo, la prensaaaaaaaaaa”, al entregar el periódico en el domicilio.


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