Artículo de Octavio Toledo, tomado de El País.com
Uno de los toros, el que apareció muerto en una playa de Granadilla de Abona, en Tenerife, en marzo. |
La presencia de estos cuerpos hinchados que llegan a las islas arrastrados por las corrientes marinas revela las terribles condiciones que las reses soportan durante los traslados, y que diferentes organizaciones animalistas aseguran que también se dan en los buques que parten desde Europa, España incluida.
La dificultad está en identificar a las reses y al navío del que proceden. La fotoperiodista canadiense Jo-Anne McArthur, con numerosos trabajos relacionados con animales en transporte por todo el mundo, explica por correo electrónico que “a veces, los animales son arrojados con las orejas cortadas para evitar el acceso a la etiqueta que los identifica”. Aunque los aparecidos en las islas no estaban mutilados, su identificación fue imposible, por lo que se les consideró un residuo y fueron eliminados como tales.
Las embarcaciones que transportan animales vivos suelen llevar entre 20.000 y 30.000 cabezas de ganado y ni un solo veterinario, por regla general, señala en su página web la organización Animals International, referente en la lucha por los derechos de los animales. En el viaje, trayectos de hasta 12.000 kilómetros, mueren varios cientos de ellas en los más de 20 días que puede extenderse la travesía si salen desde América. Se trata de barcos que, en muchos casos, fueron construidos para otros fines (por ejemplo, para transportar vehículos), y que se convierten en auténticas cárceles para el ganado, según Animals. Esta asociación lleva años denunciado las penurias que sufren las reses en las embarcaciones que las transportan por todo el mundo: "Ahogados en sus propias heces, sin espacio suficiente para moverse, soportando temperaturas tan altas que se cuecen, literalmente, hasta morir". Añaden casos de deshidratación, heridas que se infectan, fatiga o enfermedades.
Una vaca inmersa en heces durante un transporte marítimo. |
Aun cuando los barcos permanecen lejos fondeados sin tocar siquiera puerto, el hedor los delata. En uno de sus trabajos fotográficos en Israel, Jo-Anne McArthur recuerda que “el buque apestaba a excremento y orina por las condiciones inmundas” en las que estaba. En Canarias, por esa misma razón se les llama “barcos apestosos”. En ocasiones, en Santa Cruz de Tenerife o en Las Palmas de Gran Canaria, el hedor de alguno de esos barcos alcanzaba a toda la población.
En el caso de España, los puertos de Tarragona y Cartagena se encuentran entre los que más ganado, español y de otros países europeos como Francia o Polonia, envían a África y Oriente Próximo. Según Puertos del Estado, en 2018 se exportaron desde esas ciudades 134.000 animales vivos hacia Turquía, Egipto, Líbano, Libia y Argelia. En el puerto de Algeciras se embarcaron otros 13.000 con destino a Marruecos. Los rituales de sacrificio de los países musulmanes requieren que el ganado se transporte vivo.
Si bien en territorio europeo rigen normas de protección y bienestar animal más restrictivas, una vez los barcos zarpan y se adentran en aguas internacionales la cosa puede cambiar. Entre 2016 y 2017, Animals International desarrolló una investigación en Europa (continente del que salen cada año más de un millón de animales vivos) que reveló que al horrendo viaje y las condiciones en que este se desarrolla aguarda una segunda parte en los países de destino también espeluznante. “Toros aterrorizados y plenamente conscientes alzados al techo por una pata trasera antes de que se les corte la garganta en mataderos turcos, o ganado torturado con pinzas eléctricas antes de su izado y sacrificio en Líbano”, indican en el informe que elaboraron y que dirigieron a las autoridades europeas solicitando la prohibición de transporte de ganado vivo desde la UE. La rama local Animals International también ha solicitado esta prohibición en Australia, donde el fenómeno es similar.
Para la presidenta de la Asociación Defensa Derechos Animales (ADDA), Carmen Méndez, “es totalmente injusto que unos animales que nacen y se crían en un país con una legislación que los protege pierdan todos los derechos en cuanto pasan una frontera”. Y expresa además su decepción por el hecho de que estas situaciones “se silencien”. Hasta que un cadáver llega a las costas y surgen las preguntas.
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