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sábado, 15 de septiembre de 2012

Las becerradas de Algemesí.

Tomado de PACMA.es

Algemesí es un municipio de la comunidad valenciana, poseedor de un rico patrimonio histórico-artístico, que se obstina en hundirse en el desprestigio. Esta localidad ha logrado hacerse mundialmente impopular por preservar una tradición consistente en inmolar durante su semana taurina a casi medio centenar de animales entre becerros, erales y novillos. Holocausto sangriento de dimensiones apocalípticas, que refleja un sadismo impropio de seres, que se consideran y se llaman así mismos humanos y que demuestra que el hombre, en su progresivo endiosamiento, ha llegado hasta el extremo de autoconcederse el título de amo y señor del resto de seres vivos que habitan la Tierra, con la potestad para decidir sobre su vida y muerte.

Ritual macabro cuyas proporciones recuerdan a los sacrificio masivos ofrecidos por pueblos paganos, a los que los antiguos griegos llamaban hecatombe, que literalmente se traduce como cien bueyes, haciendo alusión al numero de víctimas inmoladas en una misma ofrenda.

No es una fantasía fruto del perverso genio creador de ningún escritor sino que resulta una dolorosa verdad arraigada a través de las centurias en la España, que se aferra a sus bárbaras costumbres, negándose a evolucionar. Es la existencia de una serie de festejos taurinos, que continúan constituyendo el eje central de infinidad de fiestas locales, autenticas hecatombes de nuestro tiempo. Realidad, que pone en evidencia, que después de más de treinta siglos no sólo no hemos progresado, sino que hemos involucionado, ya que hemos superado en trato vejatorio y crueldad humana, en cuanto nuestra relación con el resto de animales, a civilizaciones supuestamente más primitivas que la actual cultura hispánica.

La Semana Taurina de Algemesí es una semana trágica de avergonzante y doloroso recuerdo, que volveremos a revivir del 21 al 30 de septiembre. Periodo infame, en el que el cenit lo constituyen dos becerradas, cruel y sangrienta diversión camuflada de costumbre tradicional, en la que un grupo de mozos del pueblo compiten para ver quien se hace merecedor del título de Cromañón del año. Mención honorífica otorgada a aquel que demuestre mayor capacidad de ensañamiento torturador y sadismo con aquellas criaturas, que siendo las más indefensas, mayor ternura e instinto de protección y compasión deberían despertar en cualquier sujeto que disfrute de un mínimo nivel de sensibilidad y humanidad. Cualidades, que son las dos condiciones fundamentales para superar la más degradante irracionalidad de la especie humana, dominado por las más bajas y destructivas pasiones a persona que transciende de ese estrato básico para libremente tomar consciencia y disfrutar, desde su inteligencia emocional y sensitiva, de su posición privilegiada de protector creativo de todo su entorno natural.

Estas “Becerradas Cadafaleras” celebradas durante las fiestas patronales, se incluyen dentro de un programa calificado como taurino, catalogación que respecto a este espectáculo produce incluso la ira y la repulsa de aquellos que son expertos en transformar las plazas de toros en auténticos mataderos sin ningún tipo de escrúpulos. Esta actitud nos da una idea de lo insufrible y lo insoportable que resulta la visión de esta intolerable actuación cuando hasta los profesionales del sadismo se escandalizan de ver como manos inexpertas disfrutan torturando a las criaturas más indefensas, carentes de la edad mínima y del temple necesarios para transformar su innata inclinación lúdica al juego, propia de su corta edad, en la bravura imprescindible para enfrentarse al martirio y una muerte segura de la forma más sangrienta y cruel imaginables.

Los becerritos de Algemesí son cachorros armados, en el mejor de los casos de una cornamenta, que según estipula el reglamento taurino debe ser inofensiva contra la fuerza bruta de una jauría inhumana de aprendices de matarife, cuyo único objetivo es alcanzar, atormentar y asesinar con nocturnidad, premeditación y alevosía a una presa acorralada débil e impotente como un niño.

Terrible e irreversible legado, que terminara volviéndose en nuestra contra, dejamos en herencia a nuestros hijos, si nuestra descendencia y sucesores en los puestos de responsabilidad social, administrativa y política asumen con absoluta normalidad que quien ostenta el poder por la fuerza bruta está legitimado a doblegar y someter a su capricho y voluntad a los que considera mas débiles o inferiores. Todos, más tarde o más temprano, nos encontraremos en una situación de indefensión física, psicológica, emocional o intelectual, en la que nos daremos cuenta que en ninguno de los cuatro supuestos esta justificado el dominio de la orgullosa y prepotente fortaleza sobre la frágil y humilde impotencia limitadora de nuestras capacidades y posibilidades.

Por este motivo como todos nos hemos hallado o lo haremos en alguna ocasión en el futuro en una coyuntura en la que somos injustamente tratados no debería costarnos ningún esfuerzo empatizar con los inocentes becerros declarados culpables de ser, según el reglamento taurino, menores de edad para la lidia, víctimas propicias condenadas a ser toreadas sin que entrañe ningún peligro para los “valerosos y osados” algemesienses. Jóvenes que son aclamados por sus vecinos cómplices como héroes cuando su única hazaña consiste en demostrar la más vil cobardía frente a cachorros.

En nuestras manos está acabar con la crueldad a la que son sometidos los animales en las becerradas y con el maltrato sufrido por los animales en general en la plaza de toros de Algemesí, asistiendo el próximo 15 de septiembre a la 8ª manifestación, que tendrá lugar en esta localidad valenciana convocada por el colectivo animalista anima’t folgança.

No dejemos escapar la oportunidad de poner fin a la brutal y vergonzosa recreación anual de la Matanza de los Inocentes.

Luis Miguel López Roman








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